Los nunca aquietados ánimos del genocidio armenio están presentes en Un mismo árbol verde, obra teatral que subirá a escena hoy, a las 22, en Adatise (Libertad 175). Protagonizada por Marta Bianchi, esta pieza dará continuidad al ciclo INT Presenta.
A punto de tomar el avión que la llevaría a Catamarca (actuó anoche), habló acerca de esta puesta que refleja la impotencia de una madre y una hija frente a lo sucedido en Armenia entre 1915 y 1923.
Interpreta a una madre que intenta comprender el sufrimiento de sus antepasados: la matanza de armenios, pero que además olvidó brindar cariño a su hija debido al trauma que le generó la pérdida de una hija durante la última dictadura militar argentina.
¿Con Un mismo árbol verde se busca reivindicar el genocidio del pueblo armenio?
Lo que quiere la obra es oficiar de alerta, de prevención frente a los rasgos totalitarios e intolerantes que, permanentemente, en distintos lugares, desarrollan acciones de violencia tremenda sobre minorías por el sólo hecho de ser diferentes. La obra hablar de estos temas y es por eso que en ella confluyen dos genocidios: lo sucedido con el pueblo armenio y con el argentino durante la última dictadura militar.
Más allá del dolor, el amor está presente.
El amor está planteado en esa hija que está buscando desesperadamente el amor de su madre fijada en el trauma de la desaparición de una hija, y de sus antepasados armenios, que no le ha prestado la debida atención. La obra tiene distintas puntas pero, sí, reivindica el genocidio armenio. Casualmente, la Justicia argentina reconoció, este año, a Turquía como responsable del genocidio armenio.
¿Por qué son pocos países, en este caso la Argentina, que responsabilizan a Turquía por lo sucedido en Armenia entre 1915 y 1923?
Por suerte ya son varios los países que acusan a Turquía. Esta obra está basada en un hecho real. La Justicia argentina hizo lugar a la demanda por el derecho a la verdad que promovió Gregorio Hairabedian, argentino nativo, hijo de Hovannes Hairabedian y Luisa Barsumian, ante la negación sistemática del Estado de Turquía del reconocimiento de ese genocidio, entre cuyas víctimas se encontraban su familia paterna y materna, radicados en Palú y Zeitún, respectivamente. Muchos países testigos abrieron sus archivos para que los querellantes de la Argentina pudieran investigar en todos los testimonios, pero no en Turquía porque actualmente, está en el gobierno el mismo partido que llevó a cabo el genocidio.
¿Cómo es llevar a escena una historia real donde aún las heridas no cicatrizaron?
Es doloroso pero, por otro lado, es sanador porque la obra tiene una visión positiva. Esta pieza está llena de esperanza. Uno no puede recuperar a sus antepasados pero el derecho a la verdad, la no impunidad, la condena social y el reconocimiento son, de alguna manera, reparadores y sanadores.
Usted y su ex esposo, Luis Brandoni, fueron víctimas de secuestro y tortura en el centro clandestino conocido como Automotores Orletti. ¿Qué significa hacer Un mismo árbol verde que tiene una historia tan propia?
Es por eso que la hago. El teatro, como el arte, cuando es arte refleja el momento histórico en que fueron creados. De una manera poética sirve para movilizar en el espectador la reflexión y modificar, aunque poquito, los comportamientos. Con Un mismo árbol verde apuntamos a eso.
Es una obra de una enorme concepción humanista, llena de esperanza pero despojada de venganza, odio o revancha.
¿Dónde se encuentran Made in Lanús con Un mismo árbol verde?
Hablan de los dolores que significan las secuelas que dejan hechos históricos salvajes. Aunque a uno no le haya sucedido en lo particular, estos episodios violentos le dejan secuelas a uno. A todos nos modifica el vivir un momento de violencia política, con muertes, desaparecidos, persecuciones, falta de libertad y censura.
¿Necesariamente se tiene que hablar permanentemente para que nadie olvide esta parte de la historia argentina?
Exactamente. Hay que mantener la memoria activa para que oficie de prevención.