martes, 6 de diciembre de 2011

A 23 años del terremoto de Armenia...una historia de heroismo paterno.

Esto sucedió en Armenia en el terremoto de 1988:
Todos lo sintieron...un momento de silencio...un ruido bajo y la tierra empezó a sacudirse. Edificios se movieron de un lado a otro y cayeron como naipes. En menos de cuatro minutos fallecieron veinticinco mil personas del terremoto de 6.9 grados. Un papá joven corrió a la escuela donde había dejado a su hijo en la mañana. No podía dejar de pensar en la promesa que le había hecho muchas veces:
"No importa lo que sucede, Armand, yo siempre estaré allá para tí."
Cuando llegó a la escuela de su hijo vió solamente un montón de escombros. Su ojos llenaron de lagrimas...y luego subió el cerro de piedras, ladrillos y madera hasta la esquina donde estaba la aula de su hijo.
Con solamente su manos empezó a escavar. Algunas personas lo observaron tristemente. Alguien le dijo, "Olvidalo. Todos están muertos."
El papá les dijo, "Pueden criticar o pueden ayudarme." Algunos lo ayudaron, pero después de un rato sus cuerpos se dolían. El hombre no podía dejar de pensar en su hijo y siguió escavando, por horas y horas.
Pasaron doce horas...viente-cuatro...trienta-seis...y finalmente en la hora 38 escuchó un voz bajo. Agarró una madera y lo sacó. Gritó, "Armand." Desde la oscuridad una voz temblando respondió, "¿papá?" Otras voces debiles salieron de los escombros. Las pocas personas presentes gritaron con alegría y sacaron los últimos escombros.
Encontraron a 14 alumnos (de los 33) vivos. Cuando todos salieron, Armand miró a ellos y les dijo, "Ven, les dije que mi papá nunca me olvidaría..."


El terremoto que golpeó al 40 por ciento del territorio armenio, el 7 de diciembre de 1988.El reloj detenido a las 11:41 en la plaza central de Spitak marcaba el principio del horror. La avenida principal llena de ataúdes vacíos, uno al lado del otro, por cuadras y cuadras. En las calles, la gente frotaba sus manos sobre tambores llenos de madera incendiada para pasar el frío helado en pleno invierno caucásico. Todos a la intemperie, en territorios destruidos por un desastre natural que castigó al noroeste de Armenia sin piedad. Muchos gritando, llorando, escarbando en los escombros con las manos ensangrentadas buscando a sus familiares. En ese entonces, se habló de 25 mil víctimas.