sábado, 28 de enero de 2012

Las siempre problemáticas relaciones entre Turquía y Armenia.


Para visitar el Museo del Genocidio de Ereván, es necesario dirigirse al norte de la capital de Armenia y subir a la colina de Tsitsernakaberd. El esfuerzo físico necesario para realizar este ascenso recuerda la difícil situación de miles de ciudadanos otomanos de origen armenio obligados a huir de su país hacia el desierto sirio que murieron de hambre, de agotamiento o asesinados. En la cima de la colina se encuentra una estela de 44 metros de altura que se eleva hacia el cielo, como exigiendo justicia. En la proximidad, un monumento circular compuesto por doce losas de basalto, protege la eterna llama del recuerdo.

En el aniversario del Genocidio Armenio, el 24 de abril, miles de personas ascienden a Tsitsernakaberd y ponen una flor en el monumento antes de descender por la otra falda de la colina. Allí, cuando hace buen tiempo, los visitantes tienen una magnífica vista del monte Ararat, con sus nieves eternas como suspendidas del cielo. Los armenios pueden contemplar Ararat, su símbolo nacional, que se mantiene fuera de su alcance porue se encuentra del otro lado de la frontera con Turquía de trescientos kilómetros de largo y solo a 40 kilómetros del centro de Ereván, última frontera cerrada por la Guerra Fría.

En Tsitsernakaberd, el director del Museo del Genocidio, Hayk Demoyan, nos da la bienvenida. "El museo no sólo cuenta la historia del pueblo armenio, sino también la del pueblo turco. Tenía la esperanza de que con la normalización de las relaciones los visitantes turcos vinieran en tropel. "Quería saber algo más sobre el hombre que siguió las negociaciones diplomáticas para normalizar las relaciones entre Armenia y Turquía durante los últimos tres años. ¿Por qué fracasaron esos esfuerzos?" "La comunidad internacional, y en particular los Estados Unidos, no presionaron suficientemente a Turquía para que reabra la frontera, dijo. Ahora, el proceso se encuentra en un callejón sin salida".

La raíz de las dificultades entre los dos países se remonta a la Primera Guerra Mundial, cuando el gobierno otomano deportó en masa a los ciudadanos armenios de sus ciudades y sus aldeas, diezmando a la población armenia del imperio. Sin embargo a principios de 1990, cuando Armenia se independizó de la Unión Soviética en crisis, pareció que existía la posibilidad de terminar con el viejo antagonismo y normalizar las relaciones. Ereván trataba entonces de escapar de la influencia de Moscú, y el nuevo gobierno buscó establecer relaciones normales con Ankara sin condiciones previas.

Sin embargo, el conflicto armado de Nagorno-Karabaj fue un obstáculo importante (2) El gobierno turco adoptó, en la guerra, la posición de Azerbaiyán y exigió a la parte armenia que accediera a sus demandas políticas. Tras el acceso de Armenia a la independencia, Ankara rechazó el establecimiento de relaciones diplomáticas y se unió a Bakú en 1993 para imponer a Armenia, sin una salida al mar, un bloqueo económico, y obligarla a abandonar su apoyo a los armenios de Nagorno-Karabaj en su lucha por la autodeterminación.

En 2008 la guerra entre Rusia y Georgia modificó el mapa geopolítico. Ankara estimó entonces que era necesario corregir los errores de su política en el Cáucaso. El 8 de septiembre de 2008, el presidente turco, Abdullah Gül fue a Armenia en oportunidad de un partido de clasificación para la Copa Mundial de fútbol, ​​multiplicando las reuniones entre diplomáticos de Armenia y Turquía para discutir las medidas a encarar para normalizar la las relaciones y abrir la frontera.

De hecho, las negociaciones secretas habían comenzado ya en 2007 con la mediación del Departamento Federal de Asuntos Exteriores (DFA) suizo y ya se habían celebrado en Berna una serie de reuniones. La secuencia de los contactos diplomáticos concluyó el 10 de octubre de 2009 con la firma en Zurich de dos "protocolos", el primero dedicado al establecimiento de relaciones diplomáticas y el segundo a la apertura de las fronteras. Algunos miembros destacados de la escena política internacional, como la Secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton y el Ministro de Exteriores ruso Sergei Lavrov, asistieron a la ceremonia organizada por Micheline Calmy-Rey, directora de la DFEA.

Tatul Hakobyan, un investigador que reside en Ereván y está terminando actualmente un libro sobre las relaciones turco-armenias, dice: "Lo irónico de la situación es que durante la Guerra Fría la frontera no era tan hermética como hoy. Había trenes que circulaban regularmente entre Kars y Leninakan (hoy Gumri). "El señor Hakobyan tiene una interpretación diferente de las causas del fracaso: "Las expectativas de unos y otros se basaban en cálculos erróneos. Del lado armenio, creíamos que era posible cambiar el statu quo de las relaciones turco-armenias sin cambiar el de la región del Alto-Karabaj. Turquía, por su parte, cometió el error de creer que el diálogo con Armenia daría lugar a concesiones en el Alto-Karabaj. Y la comunidad internacional no prestó atención a esos detalles".

Esto resultó evidente en la ceremonia de la firma de los protocolos. El proceso no tardaría en fracasar debido a que la parte turca se aprontaba a hacer una declaración oficial en la que vinculaba los protocolos a las negociaciones sobre Nagorno-Karabaj. La delegación de Armenia se negó entonces a participar en la ceremonia. Y finalmente no hubo declaración.

Consecuencias no deseadas

A comienzos del proceso, los presidentes armenio y turco corrieron riesgos para lograr la paz. El presidente de Armenia, Serge Sarkisian, que ya experimentaba una poderosa oposición que cuestionaba la legitimidad de su elección, asumió riesgos adicionales por participar en el diálogo con Turquía, lo que enfureció al partido Dashnaktsutyun, muy popular en la diáspora, abandonando la coalición gubernamental. La firma de los protocolos también generó una división entre Ereván y las comunidades armenias en el extranjero. El Presidente de Armenia sufrió esa amarga experiencia durante su gira por las comunidades de la diáspora, justo antes de la firma de los protocolos de Zurich: en París, Los Ángeles y Beirut, tuvo que enfrentarse a manifestantes aún más furiosos, porque en el acuerdo, los temas históricos (y del genocidio) se habían relegado a los trabajos de una subcomisión.

La política de acercamiento de la diplomacia turca con Armenia tenía también por objeto aliviar las tensiones en el Cáucaso, especialmente en la región de Nagorno-Karabaj. Ankara creía que la mejora de sus relaciones con Ereván facilitaría el proceso de negociación entre Armenia y Azerbaiyán. En cambio se enfrentó a una reacción de Azerbaiyán, que vio el acercamiento a Ereván como una traición. Bakú amenazó con suspender sus relaciones con Ankara y cancelar los acuerdos previstos en materia de hidrocarburos. Como resultado, el gobierno turco insistió en que Armenia "cambie" sobre la cuestión de Nagorno-Karabaj, para que ambos protocolos puedan ser ratificados por el Parlamento turco. No se contentó con pedir concesiones adicionales no cubiertas por los protocolos, sino volver pura y simplemente al statu quo: las relaciones entre Turquía y Armenia no podrán mejorar mientras Armenia no ceda a las exigencias de Azerbaiyán sobre el conflicto de Nagorno-Karabaj.

Armenia y Turquía se comprometieron a negociar sin evaluar riesgos ni consecuencias. Lo peor ha sido la decepción. "El fracaso de las negociaciones entre Armenia y Turquía va a endurecer la posición de Armenia en las negociaciones sobre Nagorno-Karabaj ", predice Ara Tadevosyan, director de la agencia de noticias Media Max de Erevan. Además, lo que comenzó como iniciativas personales y de confianza termina en la desconfianza. El gobierno armenio se ha visto decepcionado por su homólogo turco: ha pagado ya un alto precio político al firmar los dos protocolos y todavía le piden más concesiones en Nagorno-Karabaj. Esta decepción va a radicalizar la posición de Ereván con respecto a urquía, apenas a tres años, en 2015, del centenario del genocidio armenio.

por Vicken Cheterian.